REPORTAJE PUBLICADO EL 17 DE ABRIL DE 2.016.
Aunque a simple vista no deja de ser un instituto más, no es así, este centro está construido sobre un lugar cargado de historia, trágica por los hechos acontecidos durante la guerra civil, la posguerra y otra serie de sucesos paranormales, muchos de ellos falsos o convertidos en “historias para no dormir”.
El terreno donde se encuentra este enclave pertenecía a la Orden de los Padres Dominicos, siendo dicho terreno el escogido por la Orden, para construir un convento-casa de formación para los frailes estudiantes de los Dominicos en la provincia Bética, la última restaurada después de la desamortización de Mendizábal. Coincidiendo esta restauración con la matanza en la guerra civil de gran número de sus frailes, superada esta situación con la entrada numerosa de religiosos en la posguerra y mejorada la economía, deciden construir un edificio capaz de albergar las necesidades propias de un noviciado compuesto por estudiantinos de filosofía y teología, comenzando su construcción allá por el año 1962. Se crean dos pabellones, el primero de dos plantas destinado a los padres dominicos de la comunidad y el profesorado del conjunto y el segundo para albergar los diferentes grupos de frailes, noviciado y estudiantes de filosofía y teología. En la parte posterior un gran claustro conventual da acceso a las demás necesidades. La iglesia se construyó con un sentido longitudinal con el altar desplazado del centro, para colocar una sillería de Ukola donde se sentaría el coro.
Al poco tiempo de su conclusión dejó de funcionar como había sido concebido, debido a la disminución de vocaciones religiosas, pasando a manos de la Diputación de la provincia, siendo utilizado para diversos usos hasta convertirse en instituto. Pero al no poder desempeñar todas las necesidades requeridas, su masificación e instalaciones antiguas, el instituto comienza su traslado en el año 2.006, convirtiéndose en una escuela de hostelería uno o dos años, terminando inutilizado y sin vigilancia, siendo desvalijado y totalmente destruido por los vándalos.
Después de recopilar información sobre los hechos acontecidos en este lugar, cabe destacar que los frailes al parecer maltrataban a los niños, llegando a matar a alguno de ellos. También nos han contado que se veían sombras y se oían voces. Un dato relevante que cuentan los antiguos alumnos del lugar es que en determinadas ocasiones, se oían cantos gregorianos en la última planta. Y entre otras muchas historias, nos han contado cuentos como el del suicidio del director en el interior del edificio, hecho totalmente falso ya que siguió ejerciendo como tal en el nuevo centro.
Aquí aparcaban las motos los alumnos del centro.
A este edificio le llamaría el edificio de los lúgubres y fríos pasillos, por la cantidad que encontramos; incluso cuando el edificio se encontraba en uso, nos cuentan que eran igual de fríos y lúgubres.
Uno de los salones de actos.
Aula de dibujo.
La iglesia, convertida en salón de actos.
Aquí vemos cómo la zona de los confesionarios se convirtió en una pista de baloncesto y rocódromo.
Foto de la misma zona tomada un año después, con los confesionarios quemados.
La cocina de la escuela de hostelería.
El almacén.
Entrada al gimnasio grande.
El gimnasio principal.
La calidad de las fotos es mala porque casi todo el sótano está completamente a oscuras.
Salimos de nuevo a la planta principal.
Cocina de la cafetería.
La cafetería del profesorado.
Las plantas superiores las dejo para la segunda parte, por falta de luz y por lo extenso de este reportaje.
Agradecimiento a Sandra S. por la colaboración en este reportaje.